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  • Fotos antiguas
    Escrito por Comisión 50 aniversario, sábado 29 de enero de 2011 , 01:14 hs , en 50 Aniversario

    Colección de fotografías antiguas recopiladas con motivo del encuentro de antiguos maestros  y profesores en 2005 y aportadas al centro para esta celebración.

     

  • Recuerdos de una experiencia educativa
    Escrito por Comisión 50 aniversario, viernes 28 de enero de 2011 , 23:51 hs , en 50 Aniversario

    Recuerdos de una experiencia educativa ( Enrique Gutiérrez de Diego, antiguo alumno y profesor de Pedagogía Terapéutica actual en El Peñascal)


    Mi escuela está de aniversario. Este curso se cumplen 50 años desde que el colegio El Peñascal      ( antiguo Calvo Sotelo )  abriera sus puertas por primera vez. La llamada colonia o barriada de casas bajas que inaugurara el Gobernador Civil  D. Pascual Marín iba creciendo de tal manera que, con  el  paso  del  tiempo, se  hizo  necesario  dotar  al  barrio  de   un   colegio,    una   iglesia,     un  instituto ... 

    Algunos de los que hoy somos cincuentones estrenamos aquellas clases, separadas, entonces, en zona para  chicos y otra para  chicas. Se agolpan en mi memoria miles de anécdotas de aquellos años tan felices de la infancia, aunque no tuviéramos tantas cosas ni tantos juguetes como los que disfrutan los niños de hoy; sólo cuando a alguien de la pandilla le regalaban un balón de goma dura, de los que llamábamos "curtis" no sé por qué, era cuando teníamos la suerte de poder jugar un partido de fútbol en cualquiera de los descampados que abundaban en el barrio;  los balones de reglamento (de cuero)  eran un artículo de lujo, que muy pocas veces se veían por estos lares y que,  en contadas ocasiones,  los traían los  Reyes Magos en alguna casa y  se convertían en el objeto más admirado y deseado por toda la chavalería. Puestos a recordar, seguro que mis contemporáneos no habrán olvidado los recreos del colegio  jugando a los corros con los  peones, a las  carreras de chapas, convenientemente decoradas con ciclistas o jugadores famosos, por aquellos circuitos que trazábamos en la arena, los bolones de acero para jugar al "gua", las canicas de cristal, las "chanflas" de fabricación manual y un largo etcétera de "cachivaches" que surgían de nuestro ingenio para pasar mil horas de juego  en  tiempos de precariedad;  todo servía  para entretenernos en los  ratos de ocio, apostábamos los cromos que nos salían en el chocolate o en los chicles y nos prestándonos las novelas del Jabato o Roberto Alcázar y Pedrín,  que pasaban de mano en mano,  como la falsa moneda y que como dice la copla: ninguno se la queda... hasta que estaban desgastadísimas. Cambiábamos en los kioscos las novelas del oeste, los tebeos,... y sin darnos cuenta, de boca en boca, hacíamos unas campañas del fomento de la lectura que buena falta nos harían en la actualidad. 


    Hoy tengo la suerte de trabajar como maestro en la misma escuela donde estudié y aparte de los ya mencionados  recuerdos de la niñez, quiero escribir, en primera persona,  sobre una experiencia que duró  tres años y que se desarrolló en las aulas prefabricadas que se montaron en el colegio cuando el número de alumnos era muy elevado en la época de la  E.G.B. y que posteriormente quedaron vacías cuando se construyó  el vecino colegio Eresma, cercano a la zona deportiva municipal.


    De  1983 a 1986 estuvo ubicada, en aquellas prefabricadas anexas al Calvo Sotelo, la Escuela Puente Gitana de Segovia.  Después de algunos intentos anteriores de escolarización de esta etnia  en la conocida Casa de la Tierra del barrio de San Millán y cuya experiencia no duró mucho tiempo por diversas circunstancias, hubo un  hombre emprendedor, que nunca se dio por vencido, - el padre  D. Tomás Gallarta,  nombrado Hijo Adoptivo de  nuestra ciudad a Título Póstumo por el Alcalde de Segovia - que harto de ver chiquillos de la raza calé sin pisar una escuela en toda su infancia, condenados al analfabetismo de por vida, no paró hasta conseguir poner de nuevo en marcha unas clases para la alfabetización de los gitanos segovianos. Primeramente las clases se dieron en unos locales del barrio de San Lorenzo  que no reunían las mínimas condiciones académicas y posteriormente, tras diversas entrevistas que mantuvimos  con el entonces Delegado Provincial  de  Educación  D. Jacinto Lozano, se consiguió que la administración instalara la Escuela Puente Gitana, en los dos módulos prefabricados, antes mencionados, que estaban sin uso; dotándola además de profesores específicos con autonomía de funcionamiento, con  un pequeño comedor  y con transporte escolar que recogía a los niños de las chabolas del extrarradio de la ciudad donde vivían. Para los chicos gitanos de aquella generación, estrenar unas aulas propias,  supuso toda una experiencia, que hoy muchos recuerdan con cariño, como me lo han manifestado en numerosas ocasiones que hemos tenido la oportunidad de repetir distintos encuentros.  Dejaron de ver la escuela como algo extraño para ellos. Eran unos 40 chavales los que asistían y además de adquirir sus primeros conocimientos de lectoescritura, matemáticas, conocimiento del medio, etc. aprendieron normas de educación y comportamiento que seguro les han servido después a lo largo de sus vidas. Se lo pasaban tan bien con las actividades programadas y  con los juegos organizados que en breve tiempo, se sintieron orgullosos de pertenecer a la que consideraban su escuela, sin duda, para ellos, la mejor. Poco a poco, se fue consiguiendo que la asistencia a clase fuera cada vez mayor. Participaron en numerosas experiencias de todo tipo: culturales, deportivas, etc., hasta esos días, impensables para ellos. Se realizaron  excursiones extraescolares al Zoo y al Parque de Atracciones de Madrid. Pusimos en marcha un coro infantil gitano que participó en distintos concursos de nuestra provincia e incluso asistieron, tras superar diversas fases provinciales a un certamen nacional celebrado en Valladolid donde dejaron bien alto el pabellón de Segovia. Como una más de las actividades dependiente de la Asociación de Promoción Gitana  se le concedió -algún nostálgico lo recordará - el Premio Monóculo Ladreda 25 a la Mejor Labor Social desarrollada en la ciudad durante  1984.

    Había "expertos" que manifestaban que las escuelas puente eran "ghetos".  Como  su propio nombre indicaba, eran escuelas "puente" que debían servir para preparar a los niños gitanos en el paso de una  escolarización inexistente a una integración en la escuela normalizada en las mejores condiciones. Y eso es lo que se hizo. Por esos años, el gobierno de turno, puso en marcha el Decreto de Integración  y los profesores fuimos los encargados de establecer los niveles de conocimientos de cada niño, bajo la supervisión de la Inspección   Educativa, para matricularlos  en  el  nivel   más adecuado en las  escuelas cercanas a   sus  domicilios.

    En tan breve espacio de tiempo, apenas tres años, se preparó a los muchachos lo mejor posible para integrarlos en otras clases de los colegios de la capital para lo cual, también hubo que superar no pocas dificultades. Tras la andadura emprendida, había llegado el momento de que los chicos  volaran, de manera individual,  cada uno a su altura.  Con un puntito de pena por cuanto se había luchado  pero  con la satisfacción del deber cumplido y con la cabeza muy alta por el trabajo realizado, la Escuela Puente Gitana de Segovia cerró sus puertas el verano de 1986.

                                                

    Durante los últimos años, entre otros usos, se colocaron en la  parcela que ocupaban las aulas prefabricadas,  las atracciones de las fiestas de San Frutos  y no hace mucho,  el Ayuntamiento  y la  Junta de Castilla y León  firmaron un acuerdo para ampliar y modernizar las instalaciones del colegio con nuevas aulas de informática,  música, cocina y comedor escolar así como nuevas clases para Educación Infantil, que ya están concluidas y en funcionamiento. La remodelación  concluirá, con el tan ansiado pabellón cubierto para actividades deportivas, cuyas obras se acaban de iniciar y que todos esperamos se concluya lo más pronto posible para que así  no se tengan que suspender las actividades de Educación Física por las inclemencias del tiempo.Nuestro  colegio cumple  50  años  y  además  de  gozar  de buena  salud  educativa, - no olvidemos que fue el pionero en toda la provincia donde se implantó el  programa de enseñanza bilingüe - ahora mira esperanzado hacia el futuro, con las nuevas dependencias puestas en marcha y con las que pronto, a buen seguro, empezarán a funcionar.

    A todos los que por aquí pasaron dando clase o recibiéndola y a cuantos participaron de alguna forma en esta comunidad escolar: MUCHAS FELICIDADES.

                                                

    Grupo de alumnas de 5º, curso 1982-1983 en las aulas prefabricadas. El maestro era don Primitivo Palacios.

  • Objetos escolares a través del tiempo
    Escrito por Comisión 50 aniversario, jueves 27 de enero de 2011 , 23:29 hs , en 50 Aniversario

     

     

  • Pancake Day 2002
    Escrito por Comisión 50 aniversario, jueves 27 de enero de 2011 , 22:34 hs , en 50 Aniversario

    Ahora que estamos nostálgicos y recordamos tiempos pasados, recuperamos una actividad de hace unos añitos, nada menos que en 2002.  Es una celebración anglosajona que hicimos con los alumnos: Pancake Day. Incluyó trabajo escrito, preparación y elaboración de la receta en la cocina y un mural gigante con todo el trabajo realizado. Seguro que a los alumnos que participaron les gusta recordarla. Los medios tecnológicos con los que contábamos no se parecían a los de ahora pero nos las arreglábamos...


  • Homenaje al maestro
    Escrito por Comisión 50 aniversario, jueves 27 de enero de 2011 , 00:14 hs , en 50 Aniversario

    Os dejamos dos artículos sobre un mismo tema; el primero nos lo ha enviado  Miguel Ángel Cillanueva de Santos, alumno del colegio Calvo Sotelo, hijo de maestro e hijo de uno de los  directores del mismo. Una visión personal con la que ha querido contribuir a la celebración del 50 aniversario. Se lo agradecemos, como a todas las personas que están compartiendo sus vivencias y recuerdos en este espacio.

    El segundo artículo, del profesor José A. Marina. 

    MI COLEGIO, EL "CALVO-SOTELO", MI PADRE, DON FIDEL.

    Ante la insistencia de mi madre (doña Paulita, quien también merecería un escrito que recordara sus muchos años como maestra en el colegio) trato de vencer el miedo que hoy me provoca recuperar la memoria del Calvo-Sotelo e intento volver a perderme por sus clases, pasillos y patios que tantas veces recorrí y donde empecé a construirme como persona. Las palabras no fluyen con soltura pues resulta muy difícil separar el recuerdo del sentimiento, el dolor todavía reciente por su ausencia de la sonrisa inmediata que surge al rememorar aquellos años que pasé allí...porque para mí el colegio era él y él era mi padre, don Fidel.

    Como explicaros que me resulta imposible pasar por la puerta del Colegio sin recodarle a él abriéndola (o cerrándola) pues pasaba allí más horas que en casa o, mejor, porque aquella era como la continuación de su casa, pues así era su entrega y su compromiso con una profesión que para él siempre fue vocación y devoción.

    En mis primeros años, como parvulito, tal era mi identificación entre el colegio y mi padre que en mi ideario infantil el Calvo-Sotelo era "MI" colegio en el sentido más posesivo de la expresión.  Recorrer sus estancias, subir al Salón de Actos o pasarme por la cocina, o bajar a sus sótanos, todo era un juego interminable; también era encontrarse ante un mosaico de personas que me entregaban su afecto inmediato (maestros, conserjes, cocineras,...) y que hacían que me sintiera alguien especial y afortunado por ser su hijo; hasta los infinitos objetos que contenían esas instancias me provocaban un universo inabarcable de posibles aventuras que podían ir desde una bola del mundo abandonada en un rincón del trastero, a una multicopista que manchaba en cuanto la mirabas o unas galletas con mermelada en la cocina...

    En la primera etapa de la EGB disfruté del ejercicio de la docencia de verdaderas instituciones como don Pedro, don Luis o don Ignacio, de los que tengo un recuerdo inmejorable a pesar de que su nivel de exigencia con nosotros, sus pupilos, fuera muy alto (algo inimaginable hoy en día donde la exigencia ha sido desterrada hace tiempo de las aulas donde también ahora yo ejerzo mi profesión) y fue entonces cuando empecé a sentir el "peso" que conllevaba ser su hijo pues mis resultados debían estar en concordancia con lo esperado no del "hijo del director" sino del "hijo de don Fidel" pues él para muchos de sus compañeros que así me lo confesaron con el paso de los años, Fidel era algo más que su director; en Fidel, a su valía personal y su compromiso profesional, había que sumar su propia construcción personal: huérfano de guerra tuvo que ingresar en la Residencia de Estudiantes y trabajar desde muy joven para poder ganarse la vida; aún así consiguió terminar sus estudios y ponerse a trabajar de maestro (tras sacar el número uno de su oposición) para pasar si cabe "más hambre" en los primeros años de profesión; pero siguió esforzándose y se preparó las oposiciones a Dirección sacando el número 3 de toda España y llegar así a tiempo de inaugurar el colegio Calvo-Sotelo como director. Ya lo veis, estoy hablando de mis primeros años en el colegio y, prácticamente, solo hablo de él.

    En fin, llegó la segunda etapa del EGB y, como ya éramos mayores, nos desterraron a las aulas prefabricadas donde pasábamos más frío y, también, más calor que en el Centro, pero donde también empezábamos a saborear más la libertad ya que no en vano por entonces estábamos estrenando la democracia. Los profesores cambiaban más frecuentemente, ya no pasábamos tantas horas con ellos pues se iban especializando en un mayor número de materias, aunque cómo no acordarse de don Paco, don Mario, don Clodoaldo o don Andrés...; también las relaciones con los compañeros fueron cambiando, cada vez se hacían más complicadas pues ya no resultaba fácil ser el hijo del director al que algunos pensaban que le había puesto Franco en el cargo y que su única misión era regañarnos o castigarnos cuando nos portábamos mal. Ley de vida, la adolescencia supone entrar en una nueva realidad y para mí supuso despedirme de aquel sueño maravilloso que había vivido en el Calvo-Sotelo de don Fidel y comenzar una etapa distinta, lejos de su sombra protectora.

    A pesar de aquellos primeros encontronazos, siempre guardé un recuerdo entrañable de mi paso por el colegio aunque no hubiera vuelto a cruzar su umbral salvo para participar en alguna votación electoral. Sin embargo, cuando a finales del 2009 murió mi padre, tratando de imponerme al dolor, o tal vez empujado por él, fui al renombrado "CEIP El Peñascal", entré y me presenté al equipo directivo que amablemente me atendieron y me mostraron aún algunas "huellas" del paso de mi padre por el centro como aquellos libros de registro, escritos a mano por él durante tantos años, y que pude hojear hasta encontrar mi nombre escrito en una de sus líneas. Sí, ahí estaba yo, aquel niño que llegó a soñar un día que el colegio era suyo...

    Espero haber contribuido a la conmemoración del 50 aniversario del colegio con este escrito; sé que es una visión muy particular, también sé que, de haber vivido, mi padre hubiera participado gustosamente en esta celebración de manera mucho más significativa y apropiada; impecable, como aquél libro de registro en el que encontré mi nombre, ejemplo de cómo él hacia siempre su trabajo; un trabajo que tan buenos frutos dio en las muchas generaciones de niños y niñas que pasaron por estas aulas bajo su dirección, porque si bien mis recuerdos infantiles no son importantes, sí lo es que en este aniversario se haga un merecido recuerdo hacia la figura y la trayectoria de don Fidel Cillanueva Cámara, director escolar.

    Miguel Ángel Cillanueva de Santos


    DE LOS MAESTROS-AS

    De los recuerdos de nuestra infancia emerge siempre la clara figura de una maestra o de un maestro, con quien tenemos pendiente una deuda de gratitud. Suele ocurrir que tardamos mucho en darnos cuenta de su influencia benefactora, y para entonces aquellas personas que sirvieron de puente entre la familia y la sociedad, que suavizaron el desamparo de los primeros días de escuela y nos llevaron de la mano por los laberintos del abecedario y la cultura habrán desaparecido ya de nuestras vidas. Un homenaje al maestro puede servir para pagar esta deuda de gratitud. Es por ello un acto de justicia poética.

    Pero también es un acto de justicia real, porque tiene que servir para llamar la atención de la sociedad hacia una profesión que, por esa inversión de prestigios que desdichadamente sufrimos, pasa inadvertida o menospreciada. Otras admiraciones más espectaculares nos hacen ser mezquinos al valorar a las personas que nos enseñaron las primeras letras, que nos obligaron, con una conmovedora paciencia, a dominar nuestra atención, tan propensa a irse por las nubes, para fijarla en el encerado o el cuaderno. Para el niño, ellos son los máximos representantes de la cultura, y, para todos, los grandes funcionarios de la Humanidad. Supieron hacernos pasar de un mundo de afectos privados a un mundo de afectos sociales, y nos convirtieron en pequeños ciudadanos, al enseñarnos las normas compartidas.

    El maestro necesita autoridad para poder ejercer bien su cometido, y esa autoridad sólo puede recibirla de un generoso y constante apoyo social. Un homenaje al maestro se convierte así en una eficaz colaboración pedagógica. Y también en una demostración de inteligencia ciudadana. La sabiduría de una sociedad, su estatura ética, se demuestra en los modos de conferir prestigios o distinciones. Cuando esos reconocimientos se dan a quienes no los merecen, o dejan de darse a quien los merecía, se produce una corrupción social, un empequeñecimiento que a todos nos empequeñece. Al homenajear al maestro estamos ennobleciendo el espacio de nuestra convivencia.

    A los adultos nos invade muchas veces el desaliento ante el futuro, un cierto cansancio de lo porvenir. Entonces deberíamos recordar la figura del maestro, que es el profesional de la esperanza, el incansable, humilde y magnífico cuidador del futuro. Con la misma tenacidad con que el árbol florece en primavera, él volverá a enseñar que dos por dos son cuatro. Nos convendría a todos regresar por un momento a ese ámbito animoso y cordial. Este homenaje puede servir también para reavivar nuestra esperanza.

    Por todas estas razones, de justicia, de sabiduría, de propio interés, invitamos a niños y a adultos, a padres e hijos, a participar en un homenaje nacional e intergeneracional al maestro".


    José Antonio Marina.

     

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