Recuerdos de una experiencia educativa
Escrito por Comisión 50 aniversario, viernes 28 de enero de 2011 , 23:51 hs , en 50 Aniversario

Recuerdos de una experiencia educativa ( Enrique Gutiérrez de Diego, antiguo alumno y profesor de Pedagogía Terapéutica actual en El Peñascal)


Mi escuela está de aniversario. Este curso se cumplen 50 años desde que el colegio El Peñascal      ( antiguo Calvo Sotelo )  abriera sus puertas por primera vez. La llamada colonia o barriada de casas bajas que inaugurara el Gobernador Civil  D. Pascual Marín iba creciendo de tal manera que, con  el  paso  del  tiempo, se  hizo  necesario  dotar  al  barrio  de   un   colegio,    una   iglesia,     un  instituto ... 

Algunos de los que hoy somos cincuentones estrenamos aquellas clases, separadas, entonces, en zona para  chicos y otra para  chicas. Se agolpan en mi memoria miles de anécdotas de aquellos años tan felices de la infancia, aunque no tuviéramos tantas cosas ni tantos juguetes como los que disfrutan los niños de hoy; sólo cuando a alguien de la pandilla le regalaban un balón de goma dura, de los que llamábamos "curtis" no sé por qué, era cuando teníamos la suerte de poder jugar un partido de fútbol en cualquiera de los descampados que abundaban en el barrio;  los balones de reglamento (de cuero)  eran un artículo de lujo, que muy pocas veces se veían por estos lares y que,  en contadas ocasiones,  los traían los  Reyes Magos en alguna casa y  se convertían en el objeto más admirado y deseado por toda la chavalería. Puestos a recordar, seguro que mis contemporáneos no habrán olvidado los recreos del colegio  jugando a los corros con los  peones, a las  carreras de chapas, convenientemente decoradas con ciclistas o jugadores famosos, por aquellos circuitos que trazábamos en la arena, los bolones de acero para jugar al "gua", las canicas de cristal, las "chanflas" de fabricación manual y un largo etcétera de "cachivaches" que surgían de nuestro ingenio para pasar mil horas de juego  en  tiempos de precariedad;  todo servía  para entretenernos en los  ratos de ocio, apostábamos los cromos que nos salían en el chocolate o en los chicles y nos prestándonos las novelas del Jabato o Roberto Alcázar y Pedrín,  que pasaban de mano en mano,  como la falsa moneda y que como dice la copla: ninguno se la queda... hasta que estaban desgastadísimas. Cambiábamos en los kioscos las novelas del oeste, los tebeos,... y sin darnos cuenta, de boca en boca, hacíamos unas campañas del fomento de la lectura que buena falta nos harían en la actualidad. 


Hoy tengo la suerte de trabajar como maestro en la misma escuela donde estudié y aparte de los ya mencionados  recuerdos de la niñez, quiero escribir, en primera persona,  sobre una experiencia que duró  tres años y que se desarrolló en las aulas prefabricadas que se montaron en el colegio cuando el número de alumnos era muy elevado en la época de la  E.G.B. y que posteriormente quedaron vacías cuando se construyó  el vecino colegio Eresma, cercano a la zona deportiva municipal.


De  1983 a 1986 estuvo ubicada, en aquellas prefabricadas anexas al Calvo Sotelo, la Escuela Puente Gitana de Segovia.  Después de algunos intentos anteriores de escolarización de esta etnia  en la conocida Casa de la Tierra del barrio de San Millán y cuya experiencia no duró mucho tiempo por diversas circunstancias, hubo un  hombre emprendedor, que nunca se dio por vencido, - el padre  D. Tomás Gallarta,  nombrado Hijo Adoptivo de  nuestra ciudad a Título Póstumo por el Alcalde de Segovia - que harto de ver chiquillos de la raza calé sin pisar una escuela en toda su infancia, condenados al analfabetismo de por vida, no paró hasta conseguir poner de nuevo en marcha unas clases para la alfabetización de los gitanos segovianos. Primeramente las clases se dieron en unos locales del barrio de San Lorenzo  que no reunían las mínimas condiciones académicas y posteriormente, tras diversas entrevistas que mantuvimos  con el entonces Delegado Provincial  de  Educación  D. Jacinto Lozano, se consiguió que la administración instalara la Escuela Puente Gitana, en los dos módulos prefabricados, antes mencionados, que estaban sin uso; dotándola además de profesores específicos con autonomía de funcionamiento, con  un pequeño comedor  y con transporte escolar que recogía a los niños de las chabolas del extrarradio de la ciudad donde vivían. Para los chicos gitanos de aquella generación, estrenar unas aulas propias,  supuso toda una experiencia, que hoy muchos recuerdan con cariño, como me lo han manifestado en numerosas ocasiones que hemos tenido la oportunidad de repetir distintos encuentros.  Dejaron de ver la escuela como algo extraño para ellos. Eran unos 40 chavales los que asistían y además de adquirir sus primeros conocimientos de lectoescritura, matemáticas, conocimiento del medio, etc. aprendieron normas de educación y comportamiento que seguro les han servido después a lo largo de sus vidas. Se lo pasaban tan bien con las actividades programadas y  con los juegos organizados que en breve tiempo, se sintieron orgullosos de pertenecer a la que consideraban su escuela, sin duda, para ellos, la mejor. Poco a poco, se fue consiguiendo que la asistencia a clase fuera cada vez mayor. Participaron en numerosas experiencias de todo tipo: culturales, deportivas, etc., hasta esos días, impensables para ellos. Se realizaron  excursiones extraescolares al Zoo y al Parque de Atracciones de Madrid. Pusimos en marcha un coro infantil gitano que participó en distintos concursos de nuestra provincia e incluso asistieron, tras superar diversas fases provinciales a un certamen nacional celebrado en Valladolid donde dejaron bien alto el pabellón de Segovia. Como una más de las actividades dependiente de la Asociación de Promoción Gitana  se le concedió -algún nostálgico lo recordará - el Premio Monóculo Ladreda 25 a la Mejor Labor Social desarrollada en la ciudad durante  1984.

Había "expertos" que manifestaban que las escuelas puente eran "ghetos".  Como  su propio nombre indicaba, eran escuelas "puente" que debían servir para preparar a los niños gitanos en el paso de una  escolarización inexistente a una integración en la escuela normalizada en las mejores condiciones. Y eso es lo que se hizo. Por esos años, el gobierno de turno, puso en marcha el Decreto de Integración  y los profesores fuimos los encargados de establecer los niveles de conocimientos de cada niño, bajo la supervisión de la Inspección   Educativa, para matricularlos  en  el  nivel   más adecuado en las  escuelas cercanas a   sus  domicilios.

En tan breve espacio de tiempo, apenas tres años, se preparó a los muchachos lo mejor posible para integrarlos en otras clases de los colegios de la capital para lo cual, también hubo que superar no pocas dificultades. Tras la andadura emprendida, había llegado el momento de que los chicos  volaran, de manera individual,  cada uno a su altura.  Con un puntito de pena por cuanto se había luchado  pero  con la satisfacción del deber cumplido y con la cabeza muy alta por el trabajo realizado, la Escuela Puente Gitana de Segovia cerró sus puertas el verano de 1986.

                                            

Durante los últimos años, entre otros usos, se colocaron en la  parcela que ocupaban las aulas prefabricadas,  las atracciones de las fiestas de San Frutos  y no hace mucho,  el Ayuntamiento  y la  Junta de Castilla y León  firmaron un acuerdo para ampliar y modernizar las instalaciones del colegio con nuevas aulas de informática,  música, cocina y comedor escolar así como nuevas clases para Educación Infantil, que ya están concluidas y en funcionamiento. La remodelación  concluirá, con el tan ansiado pabellón cubierto para actividades deportivas, cuyas obras se acaban de iniciar y que todos esperamos se concluya lo más pronto posible para que así  no se tengan que suspender las actividades de Educación Física por las inclemencias del tiempo.Nuestro  colegio cumple  50  años  y  además  de  gozar  de buena  salud  educativa, - no olvidemos que fue el pionero en toda la provincia donde se implantó el  programa de enseñanza bilingüe - ahora mira esperanzado hacia el futuro, con las nuevas dependencias puestas en marcha y con las que pronto, a buen seguro, empezarán a funcionar.

A todos los que por aquí pasaron dando clase o recibiéndola y a cuantos participaron de alguna forma en esta comunidad escolar: MUCHAS FELICIDADES.

                                            

Grupo de alumnas de 5º, curso 1982-1983 en las aulas prefabricadas. El maestro era don Primitivo Palacios.



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