Qué bello es recordar
Escrito por Comisión 50 aniversario,
lunes 20 de diciembre de 2010 , 17:33 hs
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en 50 Aniversario
QUÉ BELLO ES RECORDAR (Ciriaco Pastor)
Cuando volvemos la vista atrás sin prestar atención a cuanto tenemos por delante, corremos el riesgo de tropezar y no avanzar correctamente hacia la meta propuesta. Ese es un temor que de siempre me embarga a través de los años vividos. Por ello procuro que los hechos del pasado, aunque en ocasiones hayan sido de resultado satisfactorio, no frenen los impulsos necesarios en la búsqueda de un futuro mejor.
De todos modos, no puedo ocultar que, entre los recuerdos que llenan las páginas de mi vida profesional, sienta una viva emoción recordando los cinco largos años -de 1961 a 1966- que tuve el honor de ejercer como maestro en el entonces denominado "Colegio Público Calvo Sotelo", hoy CEIP El Peñascal, nombre que viene a dar respuesta a lo que fueron los solares donde se ubica el centro y el barrio que lo circunda.
Corría el año 1960, cuando en mis visitas a Segovia desde Aranjuez, donde a la sazón desempeñaba mi función docente, supe de la construcción de este colegio y de su inauguración. En aquellos años era muy intensa la emigración del mundo rural a las ciudades. Esto generó serios problemas de escolarización de los niños. El nuevo centro educativo segoviano Calvo Sotelo acusó pronto este fenómeno migratorio y las doce aulas de que constaba enseguida se vieron desbordadas de escolares.
Ante mi traslado a Segovia en 1961, no dudé en elegir este nuevo centro. Resultaba atractivo e incluso espectacular en aquellos años de tantas carencias, la amplitud de sus aulas, sus vestíbulos, sus salones, sus porches, su comedor, hasta la novedad en Segovia de disponer en el edificio de una vivienda para el conserje... Pero aún me impulsó más la constatación de que las familias de esa barriada, procedentes en mayoría de heterogéneos lugares, iban integrándose con esfuerzo y entusiasmo a un quehacer social y educativo. No escamoteaban la necesaria solidaridad vecinal y ofrecían dignidad y entusiasmo en el acomodo para la formación de sus hijos. Para mí eso fue motivo de atracción, y no dudé en solicitar plaza en el centro y ser uno más en aquel sugestivo mundo.
La dirección del C: P. Calvo Sotelo, en niños, estaba a cargo de don Fidel Cillanueva, gran profesional y entrañable amigo de siempre, fallecido a finales de 2009. Como quiera que entonces no se permitía la coeducación, se cuidó de mantener en todo momento, una armonizada sintonía con el colegio de niñas, de igual nombre, dirigido a su vez de forma intachable, por doña Esmeralda Díaz, que tantos años estuvo en el centro, y que hoy goza de una bien ganada jubilación.
Sería en la primavera de 1962 cuando el Colegio Calvo Sotelo alcanzaría su "mayoría de edad". Fue consecuencia de la visita del Exmo. Ministro de Educación, Sr. Lora Tamayo. Llegó expresamente para, de forma oficial, inaugurar el colegio, así como otro nuevo, surgido en el barrio de San José. Como anécdota curiosa quiero recordar que las autoridades municipales, sorprendidas por el anuncio de la visita ministerial, desde unos días antes y a toda prisa estuvieron eliminando los grandes y embarrados baches de la nueva calle Santa Teresa que, consecuencia de estar el barrio en formación, presentaba lamentable estado.
Poco después, el nuevo centro desplegó una serie de actividades de las que entonces se denominaban "instituciones complementarias" y que, por cierto, apenas se desarrollaban en aquellos oscuros años. Fue el Colegio Calvo Sotelo el pionero, en los centros públicos segovianos, donde se creó la Asociación de padres de alumnos, que funcionó a la perfección. El fin primordial era infundir en las familias firmes deseos de conocer el funcionamiento docente y colaborar en la tareas educativas. Al propio tiempo, coexionar a los integrantes de la nueva barriada que crecía y crecía, y enriquecer los conocimientos de los asociados. El medio principal fue el funcionamiento de mesas redondas, charlas, conferencias y todo tipo de reuniones.
Otras actividades complementarias fueron la instalación de una granja apícola en la terraza superior inusada, los viajes y excursiones de carácter cultural, el funcionamiento de la Mutualidad Escolar, actividades deportivas, la biblioteca de aula... Todo ello buscando la proyección mejor posible de la escuela en la sociedad próxima.
Recuerdo también cómo los escasísimos recurso para el mantenimiento del colegio -material escolar, limpieza y calefacción- con un total de 560 pts por clase al año, se veían espléndidamente maquilladas y enriquecidas gracias a la actuación habilidosa de la dos direcciones -de niños y de niñas-.
Mi cese como maestro en 1966 me supuso un gran trauma. A pesar de que la causa fuera aprobar oposiciones a direcciones escolares y haber sido destinado a otro centro de nuestra capital.
Desde mi nuevo destino, pude ver la fusión administrativa y pedagógica de los dos colegios en uno, al permitirse legalmente la coeducación. Al frente del Colegio Calvo Sotelo quedó don Fidel Cillanueva, que pertenecía al cuerpo de directores escolares. Seguí muy atento al desarrollo del colegio, percibiendo cómo se dilataba la matrícula, y cómo su director, en colaboración con el profesorado, procuraba atender las incesantes demandas de plazas, habilitando todos los espacios aptos para aumento numérico de aulas, y consiguiendo que la administración montara provisionalmente aulas prefabricadas... Todo con el fin de servir lo mejor posible al barrio en continuo crecimiento.
También consiguió el Colegio, por último, que se creara uno nuevo, el CEIP Eresma, implicando a la Administración en esa tarea tan necesaria.
Termino estas puntualizaciones como las comencé. Haciendo alusión a un tiempo pretérito que viví en flor de juventud y vigor, junto a niños que hoy representan una parte de la madurez social de Segovia y de otros muchos lugares. Yo quiero que no me ahogue la inevitable nostalgia al recordar bellas vivencias con alumnos, padres de familia y compañeros. Muchos de los cuales, con su desaparición, dejaron sendas dolorosas...
Pero no quiero pararme aquí en las forzosas evocaciones. No deseo frenar ni detener el pensamiento en aquellos tiempos. Los centros de enseñanza nunca deben morir. Se transforman, siguiendo el compás y el ritmo de los tiempos. Y así lo hace este "nuestro" rebautizado colegio con el nombre de "EL Peñascal", que ha crecido, que se ha actualizado y mejorado en todo. Y que desea seguir siendo roca firme en el barrio y en Segovia. Y, como no, quiere seguir siendo pauta segura para su entorno, convirtiéndose en buena brújula que marque bien el Norte a todos cuantos busquen adecuada orientación proyectadora de vida.
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